martes, 21 de octubre de 2008

Volver al pueblo



Deberíamos volver a nuestros pueblos, con la bolsa de los mandados, la regadera, el hongo de yeso intactos. Volver a pronunciar el nombre del santo patrono y, de memoria, el olor de las casas de familia. Debería ser urgente el relevo, antes que se nos envenene la semilla y sepamos para siempre que nunca habrá una tormenta de verdad para nosotros.

Oirás a los que dicen "allá yo era pobre" y antes de que se acuerde, ya la costura en las rodillas le dolerá y las piedras donde anduvo su cuerpo; el barro armará una siesta constelada y real. Y no tendrá límites cuando el futuro le devuelva su anciano correteado por los niños y la ropa en la soga.

No hay remedio para los que en la infancia bebieron del ombligo de una naranja. Para los que vieron la división de los mundos detrás de una ligustrina.

Si ya no reconoces las llaves con las que abrías tu casa y dejaste tus tesoros a merced de las plumas de gallinas.

Un perro y un queso es todo lo que ansías

y hormigas coloradas sobre tus pies descalzos.

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